El 17 de abril de 2025, Emmanuel Macron conmemoró, con los honores de la República, el bicentenario del reconocimiento por Francia de la independencia de Haití.
Un gesto simbólico, sin duda, pero insuficiente para borrar doscientos años de injusticia. Detrás de este reconocimiento de 1825 se esconde un crimen económico: una indemnización de 150 millones de francos oro, extorsionada bajo amenaza de cañonazos franceses, por el precio de la libertad de un pueblo que ya había conquistado su emancipación por la fuerza de las armas.
En 1825, Haití, la primera república negra surgida de una victoriosa revuelta de esclavos, fue estrangulada por este rescate ilegítimo. Un rescate que arruinó al país, hipotecó su desarrollo y alimentó siglos de inestabilidad.
Hoy, Emmanuel Macron habla de injusticia y anuncia una comisión mixta para «examinar nuestro pasado común». Todo eso está muy bien. Pero, ¿cuándo reconocerá Francia que esta deuda no sólo fue inmoral, sino criminal? Y, sobre todo, ¿cuándo reparará concretamente este robo histórico?
El presidente francés elogia los «ideales compartidos» de las revoluciones francesa y haitiana. Bonita retórica. Pero mientras él celebra estos valores, Haití se hunde en el caos, herencia directa del colonialismo depredador y de décadas de injerencia.
Una comisión de historiadores es útil, pero no será suficiente. La verdad es conocida: Francia saqueó Haití. Lo que se necesita ahora no son palabras, sino hechos.
Macron evita cuidadosamente la palabra «reparación». Sin embargo, ¿cómo podemos hablar de «responsabilidad» sin hablar de restitución? Los 150 millones de francos oro de 1825, ajustados a la inflación y los intereses, representan hoy decenas de miles de millones de euros. Haití necesita este dinero para reconstruirse.
¿Puede Francia, que sigue cosechando los beneficios de su pasado colonial, pretender realmente pasar página sin saldar esta deuda?
Reconocer los crímenes del pasado es un paso necesario pero insuficiente. Si Francia quiere realmente «asumir su parte de responsabilidad», debe ir más allá de los símbolos y las comisiones. Debe restituir. Emmanuel Macron tiene razón en una cosa: «reconocer la verdad de la historia ofrece a las naciones una oportunidad excepcional para construir un futuro común».
Pero este futuro sólo será posible cuando Francia pague por fin su deuda. No sólo con palabras. En dinero. En justicia.
Es hora de que la República, que se proclama heredera de la Ilustración, deje de burlarse de su moral. Doscientos años son suficientes. Haití ha esperado demasiado.
Mantente conectado con Hebdo24
A través de nuestro canal de WhatsApp https://whatsapp.com/channel/0029Va7ff6tEFeXrqCON9u3j
Commentaires