Las graves acusaciones de Estados Unidos contra Pierre Reginald Boulos, asociándolo con la banda terrorista Viv Ansanm, colocan a la comunidad internacional, y en particular a la ONU, ante una responsabilidad crucial.
Hombre de negocios y actor político en Haití, Boulos encarnaría las ambigüedades que socavan un país sumido en el caos.
Si estas acusaciones de vínculos con el crimen organizado son ciertas, explicarían en parte la impunidad y la inestabilidad crónicas.
La ONU debe llevar a cabo una investigación rápida, independiente e impecable.
El procedimiento de sanciones de la ONU existe precisamente para apuntar a individuos que comprometan la paz y la seguridad.
Pruebas tangibles de la implicación de Boulos en actividades criminales o en la financiación de bandas justificarían plenamente su inclusión en la lista negra: congelamiento de activos, prohibiciones de viaje.
Este caso es una prueba para la credibilidad del mecanismo de sanciones de la ONU y para la voluntad internacional de abordar las raíces criminales de la crisis haitiana.
Sancionar a Boulos, si es culpable, sería una señal fuerte: la impunidad para aquellos que alimentan a las bandas con dinero o poder ya no será tolerada.
La estabilidad de Haití exige esta firmeza y una cooperación internacional sin fisuras contra el terrorismo y el crimen organizado que lo asfixian.
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