Mientras miles de haitianos enfrentan el riesgo de ser expulsados de Estados Unidos, las declaraciones de Kathia Verdier han generado una fuerte reacción dentro de la diáspora y la opinión pública.
Durante el programa «Los Martes de la Nación», afirmó que «Lakay se lakay» (El hogar es el hogar) y exhortó a sus compatriotas a «mantener la cabeza fría».
Una declaración mal recibida: Si bien su intención parecía ser un llamado a la calma, muchos la interpretan como una negación flagrante de la realidad que viven los migrantes haitianos enfrentados a expulsiones inminentes.
Sus detractores denuncian una minimización de la crisis en Haití, un país sumido en una inseguridad generalizada, una inestabilidad política crónica y el colapso total de los servicios públicos. En tales condiciones, un retorno forzado equivale, para muchos, a poner sus vidas en peligro.
Este discurso, considerado desconectado de la realidad sobre el terreno, ilustra la creciente brecha entre algunos representantes del Estado y las verdaderas preocupaciones de la diáspora haitiana.
Aunque algunos observadores interpretan sus palabras como un llamado a la dignidad, la falta de compromiso concreto para apoyar a los expulsados sigue siendo profundamente preocupante.
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