El anuncio ha sido una sorpresa: la ministra Kathia Verdier, responsable de los haitianos residentes en el extranjero, ha sido declarada persona non grata en las Jornadas Internacionales de la Diáspora Haitiana en Montreal.
Una bofetada en la cara de un representante del Estado que, en lugar de ser acogido como interlocutor legítimo, fue mantenido a distancia por los organizadores del acto.
Esta decisión revela mucho más que una simple marginación ceremonial. Refleja una profunda desconfianza, una ruptura entre el gobierno haitiano y su diáspora, que es esencial para la reconstrucción del país.
Kathia Verdier encarna una administración debilitada.
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Mientras la diáspora haitiana mantiene en marcha la economía nacional gracias a las remesas, el ministerio que dirige se esfuerza por tener una visión clara.
Al excluir a todos los representantes oficiales, los organizadores están enviando un mensaje inequívoco: se niegan a ofrecer una plataforma a un gobierno considerado ineficaz, o incluso cómplice del caos actual. Afirman su rechazo a que se les asocie con un Estado que fracasa.
La ministra Kathia Verdier haría bien en aprender de esto. Su ministerio debe dejar atrás las declaraciones de intenciones y aclarar su política hacia los miembros de la diáspora.
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