La reunión del 7 de mayo de 2025 entre el presidente dominicano, Luis Abinader, y el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, marcó un punto de inflexión simbólico en las relaciones internacionales en el Caribe.
Aunque este acontecimiento refuerza los lazos entre Washington y sus socios regionales, también revela una división preocupante: la flagrante ausencia de Haití en estos diálogos estratégicos.
En un mundo caribeño en rápida evolución, esta exclusión subraya un creciente aislamiento diplomático.
La alianza entre Santo Domingo y Washington ilustra una nueva realidad geopolítica.
Al abordar cuestiones clave como la seguridad y la gestión de los flujos migratorios, la República Dominicana se está consolidando como un socio clave para Estados Unidos.
La condición de socio estratégico de Santo Domingo le permite influir en la agenda regional, mientras que Puerto Príncipe parece quedar gradualmente marginada.
En un momento en que la región se moviliza en torno a retos transnacionales (seguridad, cambio climático, migración), Haití lucha por formular una voz coherente, minada por las divisiones internas y la creciente desconfianza de la comunidad internacional.
La administración estadounidense, al dar prioridad a los socios percibidos como más estables, parece estar reconociendo esta realidad, a riesgo de profundizar el vacío en torno a Puerto Príncipe.
Este aislamiento no está exento de peligros. Sin Haití en la mesa de negociaciones, las soluciones regionales a las crisis migratorias y de seguridad seguirán siendo parciales.
La República Dominicana no puede soportar sola los retos de una isla que comparte con Haití.
Para recuperar su lugar, Haití debe reinventar urgentemente su estrategia diplomática.
No hay credibilidad diplomática posible sin un gobierno legítimo y unas instituciones que funcionen.
Puerto Príncipe debe forjar alianzas, especialmente con CARICOM, para amplificar su voz y participar en iniciativas multilaterales.
Formulando propuestas concretas, sobre todo en materia de seguridad, Haití podría recuperar la atención de Washington.
El mundo caribeño está en movimiento, y Haití no puede permitirse quedarse atrás. La diplomacia haitiana necesita una revisión valiente.
En la ecuación geopolítica, los asientos vacíos siempre acaban siendo ocupados por otros.
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