Es esencial poner de relieve la desconexión entre los asesores presidenciales de Haití y la desesperada realidad de la población.
En un momento en que el país está sumido en una profunda crisis, estos consejeros, que recibieron 5 millones de gourdes durante el periodo festivo, parecen más preocupados por su propia comodidad que por el bienestar del pueblo haitiano, que se enfrenta a una gobernanza débil y a una delincuencia creciente.
La decisión de conceder pensiones de oro a estas élites, así como a antiguos directores generales a menudo acusados de corrupción, ha suscitado una legítima indignación entre la opinión pública.
Esta opulencia indecente revela una división social alarmante y plantea cuestiones éticas sobre el papel de los dirigentes.
Es crucial que se escuchen las voces del pueblo y que se lleven a cabo reformas de gran alcance para restablecer la justicia y la equidad en Haití.
Las élites deben darse cuenta de su responsabilidad y actuar por el bien común.
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