La diplomacia, cuando se ejerce con claridad y firmeza, es un baluarte contra el aislamiento y las tensiones regionales.
Sin embargo, como señaló el politólogo Josué Sénat en su intervención en Magik9 el lunes 21 de abril, Haití parece haber cambiado un enfoque proactivo por un preocupante silencio en sus relaciones con la República Dominicana.
Su análisis cuestiona una evolución inquietante: bajo la autoridad del ministro de Asuntos Exteriores, Jean Harvel Jean-Baptiste, ¿estamos asistiendo a una retirada diplomática o a una estrategia opaca de consecuencias imprevisibles?
Bajo el gobierno anterior, la diplomacia haitiana, dirigida por el ministro Dominique Dupuy, se distinguió por su dinamismo asertivo. Declaraciones públicas, intervención directa y defensa abierta de los intereses nacionales frente a la República Dominicana: este enfoque tenía el mérito de mantener una voz haitiana audible en la escena regional.
La situación actual es inequívoca.
Josué Sénat lamenta la falta de declaraciones oficiales y de acciones concretas por parte del ministro Jean Harvel Jean-Baptiste.
«¿Nos enfrentamos a una diplomacia secreta?», pregunta, refiriéndose a la posibilidad de una «desconexión diplomática».
Este silencio contrasta con la urgencia de las cuestiones bilaterales: la migración, las tensiones comerciales y los conflictos fronterizos exigen un diálogo estructurado y transparente.
Aunque la diplomacia discreta puede ser útil en negociaciones delicadas, la opacidad total nunca es virtuosa. Alimenta la especulación y erosiona la credibilidad del Estado.
En un momento en que las crisis sociopolíticas de Haití se utilizan como pretexto para adoptar medidas represivas contra los migrantes, el silencio de Puerto Príncipe equivale a una capitulación.
En medio de equilibrios de poder regionales asimétricos, una diplomacia ausente o clandestina corre el riesgo de acentuar el aislamiento del país, en detrimento de sus intereses.
El gobierno haitiano debe romper este silencio.
Una diplomacia digna de ese nombre no es sólo cuestión de comunicados esporádicos o conversaciones secretas: requiere declaraciones públicas de posición, canales identificables de diálogo y una estrategia claramente establecida.
La advertencia de Josué Sénat es clara: sin una voz oficial, Haití queda reducido al papel de espectador de su propia historia.
Porque en diplomacia, el silencio nunca es neutral, siempre es un lenguaje.
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