Es enfermizo y repugnante ver cómo Haití se ha convertido en un cáncer para sus hijos e hijas. Haití fue una vez una tierra de solidaridad. Los antepasados vivían como hermanos y hermanas. Esto es lo que impulsó a losḿ a luchar por su independencia. Hoy, la primera república negra está desgarrada, dividida, trivializada, manipulada, maltratada por las élites políticas por falta de competencia y capacidad. Hombres que demuestran con su silencio su desinterés por salvar a este país de esta encrucijada infernal.
La situación es lamentable y aún más complicada. Es frustrante e indignante ver cómo hombres que sirven a su país se hielan en su propia sangre. El viernes por la mañana se produjo una matanza durante una operación llevada a cabo por la Policía Nacional en Puerto Príncipe. Algunos escaparon por los pelos, mientras que otros, por desgracia, se han marchado al Oriente eterno.
Se han incendiado vehículos blindados, se ha asesinado brutalmente a tiros a agentes de policía, y los vídeos que circulan por la red de hombres fuertemente armados sometiendo a agentes de la PNH han dejado boquiabiertos a los internautas. No han dudado en calificar al Director General de la Policía Nacional de incompetente e irresponsable.
Desde hace años, los forajidos imponen su ley en Puerto Príncipe, especialmente en el distrito 3 de Puerto Príncipe. Están fuertemente armados con munición y material de guerra, y ¿de dónde han sacado esas armas? Ésta es una pregunta que ronda la mente cuando se analiza el precio que hay que pagar para comprar un arma y equipo.
Revelaciones chocantes sugieren que las bandas están bajo el control de quienes ostentan el poder. Los políticos deploran la pasividad del Estado ante los mafiosos, y algunos se refieren a la destitución del ministro de Justicia y Seguridad Pública, Lucmane Delille. Según muchos, su destitución es la prueba de que el gobierno lo controla todo. Delille dijo que estaba dispuesto a frustrar el desfile de hombres armados por las calles de Puerto Príncipe, dirigidos por la coalición de bandas conocida como G9 y sus aliados, controlada por el gobierno de turno. Por su parte, el ex jefe de asuntos jurídicos de la presidencia, Reynold Georges, ha revelado una información sorprendente.
Desde hace varias semanas, la entrada sur de la capital es intransitable. Las bandas armadas están recuperando la posesión. Se oyen intensos tiroteos en varios lugares de esta concurrida zona de la capital. La PNH ha llevado a cabó varias operaciones que han terminado en un abyecto fracaso. Nada eficaz que pudiera aliviar a los habitantes de estas zonas. Siguen siendo amos y señores, controlando a su antojo. Estos hombres fuertemente armados toman sus propias decisiones sobre la vida de sus ciudadanos. Son superpoderosos, dominan hasta las más altas esferas del estado supremo. La población vive con miedo constante y cotidiano, con angustia y con la esperanza de que algún día surja un nuevo Haití. Están desesperados. El Estado ha fracasado en su misión. Nadie se ha salvado. La vida ya no importa como antes. El periodista haitiano Fanel Delva describe «Puerto Príncipe como un cementerio de muertos vivientes».
Los haitianos están muriendo. Los bandidos siguen sembrando el terror y el dominio. Pero Jovenel Moïse sólo se preocupa de organizar las elecciones.
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