En Haití, las crisis se suceden con una frecuencia cada vez más acelerada. Los tiempos de respiro de catorce años (François Duvalier) y dieciséis años (Jean Claude Duvalier) dan paso a intervalos más cortos. Convergen hacia límites asintóticos de unos meses de gobiernos provisionales; Se detiene a respirar, con la esperanza de diluir las tensiones sociales y políticas capaces de romper los precarios equilibrios que dan la ilusión de funcionamiento «normal». Las sucesivas oleadas de crisis financieras o anuncios -finales del siglo XIX, primera parte de los 80, primera década del siglo XXI y hoy- revelan los desequilibrios entre las estructuras de producción defectuosas y las demandas incompresibles de una población creciente. Pero también revelan los excesos de un modelo obsoleto de gobernanza que es inadecuado con estas evidentes recesiones económicas.
El estado utiliza principalmente la renta de los factores y las transferencias pagadas por los hogares «ocupados» para cumplir con sus obligaciones soberanas. Con un tejido industrial tan precario como el nuestro, una economía dependiente casi en un 60% de las importaciones para su consumo interno, la base imponible se reduce a los esfuerzos realizados a nivel aduanero, los ingresos de las pequeñas empresas y los ingresos de una población en general pobre. .
El punto de la discordia dentro del propio gobierno: los 96,5 mil millones de gourdes del presupuesto nacional rectificado. A falta de un mercado laboral acorde con el crecimiento de la población activa y un entorno empresarial poco propicio para la creación de empresas, los 96,5 mil millones de gourdes del presupuesto nacional 2020-2021 se convierten en los desafíos de todos los enfrentamientos y todos los lujurias.
Fruto de este estado de cosas, cientos de miles de jóvenes son entregados a las calles a merced de un liderazgo difuso: narcotraficantes, proxenetas, políticos con la seguridad de una clientela cautiva, alimentan este centro juvenil. convertirse, en menos de diez años, en los dueños de la tierra. De hecho, esta casa constituye un mercado cautivo para las elecciones bloqueadas que se han convertido en la norma para todas las instituciones del país.
El cambio hacia la prosperidad compartida es una necesidad histórica. El salto cualitativo hacia una economía próspera y más equitativa se producirá con la aparición de capas intermedias capaces de generar una mayor demanda solvente. Todos seremos más ricos: el estado, las empresas y los hogares.
Pero este cambio no puede tener lugar en el marco de la estrategia actual de gobernanza apuntalada por un corsé de concentración y centralización. Este nuevo aliento requiere una apropiación eficiente y efectiva de los grandes movimientos de capital por parte de una masa crítica de la población trabajadora en todo el país; lo que requiere nuevas instituciones financieras y económicas. El salto cualitativo hacia una economía más rica, moderna y equitativa no puede tener lugar sin una gobernanza local transformada; Es decir, dotados de recursos humanos y materiales, con competencias administrativas y legales que atiendan las necesidades de una estructuración más inclusiva de la economía. El ataque dolerá por un tiempo. La pérdida de una situación de monopolio y, en consecuencia, de rentas situacionales, asustará a varios operadores. Sin embargo, esto es solo un miedo. Con la aparición de jóvenes más ricos, la demanda será mayor: aviones, hoteles, restaurantes y discotecas más concurridas. Se puede elegir el camino de la prosperidad compartida o el de la autodestrucción.
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